Es la pregunta eterna y no tiene una respuesta sencilla. Con el avance tecnológico y social de nuestra sociedad, esta meta ha cobrado cada vez más importancia. Buscamos sentirnos felices y tener una vida plena más que las generaciones anteriores. Tal es el interés por este asunto que desde 2012 la ONU realiza una clasificación de los países del mundo por niveles de felicidad de sus ciudadanos.
La psicología también se ha subido al carro de la felicidad. Tradicionalmente se ocupaba de aliviar el sufrimiento psíquico, pero en 1998 Martin Seligman dió un giro a la tendencia y comenzó a investigar sobre los factores que favorecen el bienestar de las personas. Así nació una nueva corriente, la Psicología Positiva, que se centra en desarrollar las fortalezas y potenciar las emociones positivas.
Sin duda, este nuevo enfoque ha traído viento fresco a nuestras vidas. Nos hemos vuelto más ambiciosos, más perseverantes y más optimistas. ¿Quién no ha escuchado eso de que con esfuerzo y actitud positiva todo se consigue en la vida? Hemos comenzado a cultivar aspectos como el cuidado del cuerpo y la mente, el disfrute de nuestro tiempo libre y la dedicación a las relaciones personales.
Pero en ocasiones seguimos todos los consejos de “la lista para ser felices” y no funciona. Nos preguntamos ¿Por qué no me siento feliz si lo tengo todo: una casa, un trabajo, una pareja, amigos, salud, etc.? Y no lo entendemos. Incluso puede que no aceptemos nuestros sentimientos por considerarlos inadecuados y nos esforcemos por negarlos o evitarlos de algún modo, lo que nos hará sentir aún peor. Estamos viviendo una epidemia de la felicidad y todo el mundo quiere contagiarse. Nos rodeamos de frases motivadoras, objetos confortables y experiencias inolvidables que mostramos al mundo a través de las redes sociales.
Parece que como el péndulo de un reloj nos hemos ido de un extremo al opuesto y aun tenemos que encontrar el equilibrio. Nos exigimos tanto ser felices que nos hacemos fóbicos a la tristeza, al miedo o la rabia, tratando de evitar estas emociones también a nuestros familiares, especialmente a los niños por temor a que sufran el más mínimo malestar.
Mi experiencia como psicoterapeuta me ha enseñado que la felicidad no llega cuando alcanzamos el éxito, o cuando conseguimos el amor o la riqueza, aunque todo ello nos produzcan bienestar. Más bien parece que la felicidad está en la actitud con la que aceptamos lo que nos va pasando, lo vivimos plenamente y nos apoyamos en ello para darle un sentido a nuestra vida.
April 03, 2018 /
Susana Gómez /
Psicología Positiva