Podemos decir que la personalidad la forman una serie de comportamientos, pensamientos y emociones que definen a una persona como única y singular.
Cuando una persona experimenta eventos difíciles en ciertas etapas de su vida, adapta sus comportamientos y pensamientos para reducir las emociones negativas que esas situaciones le producen. Si esto se repite en el tiempo se convierten en estrategias de adaptación individual estables que pasarán a formar parte de su personalidad. En los trastornos de la personalidad, las creencias y las estrategias de afrontamiento son particularmente rígidas, lo que deja de ser adaptativo y pasa a producir sufrimiento en la persona.
Uno de los trastornos de personalidad de los que más se habla actualmente es el trastorno límite de la personalidad (TLP). Resumimos aquí algunas de sus características más comunes.
Las personas que padecen este trastorno presentan una importante inestabilidad tanto afectiva como emocional. Tienen dificultades para afrontar las emociones porque las sentirán con una intensidad desbordante. Hay una metáfora de Marsha Linehan (experta en el manejo de este trastorno y que lo padece ella misma) en la que define las emociones “como quemaduras graves cuya piel siempre está en carne viva”.
También hay un sentimiento de abandono ya sea real o imaginario. La persona puede haber experimentado repetidas situaciones de abandono durante la infancia y/o la adolescencia que pueden persistir hasta la edad adulta. Esto conlleva una importante intolerancia a la soledad y un constante temor a ser abandonada, por lo que hará todo lo posible para evitar que eso pudiese ocurrir, produciéndole gran dolor ya que en sus relaciones más íntimas, tienden a interpretar muchos comportamientos del otro como un signo de un posible abandono. Las malas interpretaciones erróneas interpretaciones sobre las conductas de los otros les llevan a creer que quienes los rodean tienen motivaciones ocultas contra ellos, así un incidente trivial de la vida cotidiana puede convertirse en un desastre. De hecho, se sienten fácilmente perseguidos.
Pueden enojarse fácilmente, de manera impredecible. Sus rápidos y frecuentes cambios de humor a lo largo del día resultan desconcertantes para quienes los rodean y a menudo conducen a rupturas o distanciamiento con las personas más cercanas. Esta situación es muy dolorosa para la persona límite. Además, estas rupturas solo confirman su creencia de que siempre será abandonada en sus relaciones, generándose así un círculo vicioso que le produce un gran sufrimiento y que a la larga mantiene los síntomas (Clarkin, J. F., Yeomans, F. E., & Kernberg, O. F., 1999).
Este miedo a la soledad conlleva una sensación de vacío interior. Un vacío que puede resultar tan insoportable, que la persona busca llenarlos con conductas impulsivas y en muchas ocasiones perjudiciales y adictivas: alcohol, drogas, juegos, atracones, sexo, autolesiones, etc.
Por todo esto uno de los principales desafíos para una persona con TLP son las relaciones interpersonales. Las relaciones se viven de forma intensa y fusional; lo que para los demás puede resultar asfixiante e intrusivo. Por otro lado, la persona con TLP puede idealizar a la persona que acaba de conocer para después devaluarla por completo, lo que resulta desconcertante para su entorno.
A veces, la persona con TLP puede crear un personaje para sí misma con el fin de defender su verdadero "yo". Esto es lo que Winnicott llamó el "falso yo". Es un "yo falso" que presentaríamos al mundo, un “yo falso” con los lados de nuestra personalidad que consideramos aceptables. Es un mecanismo de defensa que una persona con TLP puede usar inconscientemente para proteger su frágil yo.
A menudo el TLP aparece junto a otros trastornos como la ansiedad, depresión, déficit de atención e hiperactividad o trastornos obsesivos compulsivos. A lo que se suma una mala imagen de sí misma que le resta fuerza a la hora de enfrentarse a sus dificultades.
Actualmente, no se conocen las causas concretas de este trastorno. Sin embargo, las últimas investigaciones (Lieb, K., & al., 2004; Lateyron, J. & Dr Mathur, A., 2016) están demostrando la importancia de la combinación de factores genéticos, biológicos y los eventos difíciles de la vida en la infancia (abuso sexual, violencia, negligencia, separación temprana de los padres, etc.). Así, podemos concluir que el TLP se desarrolla a través de una interacción entre la biología de la persona, su genética, sus experiencias de vida y su entorno. Solo uno de estos factores de riesgo no es suficiente para que surja el trastorno.
A pesar de ello la persona con TLP puede vivir con normalidad, trabajar o tener pareja y una vida familiar normalizada y estable siempre con el tratamiento y el seguimiento adecuados, aunque en determinados casos o etapas sea necesaria la hospitalización.