No te quedes atascado en la culpa
August 03, 2018 / /
No te quedes atascado en la culpa

Quien se ha sentido culpable alguna vez sabe que la culpa es posiblemente la emoción más difícil de asimilar. Se queda atascada como un hueso de aceituna en la garganta y no te deja tranquilo hasta que la expulsas. Perdonarse y que nos perdonen es el antídoto más eficaz para superar la culpa pero en ocasiones esto no resulta nada fácil.

La culpa es una emoción social, es decir, no es innata como la alegría, sino que la aprendemos en la relación con los demás. Cuando somos niños interiorizamos una serie de valores y normas morales cuyo cumplimiento nos convierte en personas aceptadas por nuestro entorno. Si infringimos una norma nos sentimos mal porque tememos la desaprobación o rechazo de los demás. Por tanto, la culpa es un sentimiento que regula nuestra adaptación social. Es como una “voz de la conciencia” que nos invita a corregir nuestra conducta para proteger nuestra autoestima y la relación con los demás.

Pero la culpa también puede ser utilizada como un mecanismo de control. Por ejemplo, si alguien nos culpa de algo que le sucede, nos podemos sentir obligados a hacer lo que nos pida para reparar el supuesto daño que le hicimos. Cuanto mayor sea nuestra necesidad de aprobación, más probable es que nos hagamos completamente responsables del bienestar de los demás y evitemos tomar decisiones que les molesten hasta anular nuestra autonomía por completo.

Habitualmente la culpa se manifiesta como un estado de irritabilidad o tristeza con pensamientos obsesivos recurrentes, los llamados remordimientos, que nos martirizan y dificultan nuestra concentración, hábitos de sueño o alimentación. Algunas personas pueden tratar de zafarse de la insoportable culpa, responsabilizando a los demás de sus propios errores.

Algo parecido sucede en la película El pasado (2013) dirigida por Asghar Farhadi (para más información ver https://www.filmaffinity.com/es/film940946.html ). Los personajes pelean entre ellos para comprender una situación muy trágica y asimilar la parte de culpa que todos tienen por lo que ha sucedido. Reparar el daño que se han hecho los unos a los otros pasa por reconocer su error y buscar activamente el perdón del otro mediante un cambio personal de actitud y comportamiento.

Perdonar al otro y ser compasivo con su dolor facilita el perdonarse a uno mismo y viceversa. Es decir, si me perdono puedo perdonar y si me perdonan puedo perdonarme. La compasión genera compasión. Por eso, es tan importante que enseñemos a nuestros hijos a ser compasivos con sus propios errores para que puedan ser adultos tolerantes que entiendan el error como una oportunidad para aprender y no como un muro insalvable.