En el momento en el que un niño/a es adoptado/a, en los padres empiezan a surgir una serie de preguntas y dudas sobre cómo comenzar a crear una vinculación parental sabiendo que no empieza en ese momento su vida, sino que ya trae su propia trayectoria, su propia vida vivida sin los que desde ese momento son sus padres, su familia. El niño trae lo que en el argot de la adopción se denomina “su mochila”.
Y aquí empiezan a aparecer las primeras diferencias entre las distintas familias adoptivas. Podemos observar cómo las familias se van situando a lo largo de un continuo, desde las familias que dejan “la mochila” en el país de origen de sus hijos, hasta las familias que consideran que sus hijos siempre tendrán problemas a causa de esa “mochila”. Nos encontramos con familias que consideran que a partir del momento en el que conocen a su hijo, el contador se pone a cero, es decir, que el niño olvidará todo lo vivido anteriormente y que es en estos momentos cuando empieza su historia. Por otro lado observamos familias que ante cualquier dificultad en el desarrollo o ante cualquier conducta o actitud disruptiva o desafiante de su hijo, siempre acusan a lo vivido en los primeros años y al peso de esa “mochila” que nunca podrá quitarse de encima, dejando toda la responsabilidad en la familia biológica, en el orfanato o el entorno en el que convivió el niño o la niña en sus primeros meses o años.
Es importante evitar estos extremos. No infravaloremos el peso de “la mochila”, pero tengamos en cuenta que la familia ayuda a reducir ese peso.
No hay que olvidar que cuando el niño llega a su nueva familia, para los padres es empezar a crear familia, pero que el niño acaba de vivir una gran pérdida, y no podemos borrarla de su historia. Por otro lado si tenemos en cuenta estudios como los de Brodzinsky en USA o Berástegui en España, podemos concluir que los niños adoptados en ocasiones tienen importantes problemas de conducta, pero que los mismos, en la mayoría de los casos, son reconducidos por la convivencia en su nueva familia, destacando la importancia de las dinámicas familiares para favorecer este proceso. En cuanto a otro tipo de dificultades como conflictos de apego, problemas de aprendizaje, hiperactividad, déficit de atención, etc. suponen un desafío extra para las familias, y los padres necesitan aprender a alterar sus expectativas, y sobre todo a acumular grandes dosis de paciencia, centrándose en los esfuerzos que realizan sus hijos más que en el resultado y por supuesto no lanzar balones fuera con la excusa de que debido a lo vivido en sus primeros momentos, ya no se puede hacer nada. Los niños deben percibir que sus padres les apoyan, les entienden y les fortalecen para superar las posibles dificultades.
July 16, 2018 /
Esperanza Alonso /
Adopción