Estar solo es un hecho tan común desde que nacemos como estar acompañado. Sin embargo, estar solo no es lo deseable y la mayor parte de las personas tratan de evitarlo.
Son muchos los argumentos que han ayudado a estigmatizar la soledad como algo negativo. Desde la filosofía, Marx fue el primero en definir al ser humano como un ser social y consideró que nuestra manera de ser, pensar y actuar está condicionada por la sociedad en la que vivimos.
En los años 50, la psicología realizó controvertidos estudios sobre los efectos negativos del aislamiento social para la salud física y psicológica. Descubrieron que una persona sometida a una privación total sensorial y social sufría un malestar físico intenso acompañado de delirios y alucinaciones visuales y auditivas. En la misma línea, algunos estudios más recientes han demostrado que la privación social, por ejemplo en niños internados en instituciones, afecta de manera negativa al desarrollo del cerebro. Incluso la soledad se relaciona con la muerte prematura más que la obesidad o el tabaquismo. Por tanto, podemos concluir que necesitamos el contacto social para desarrollarnos física y psicológicamente de manera sana.
Además, la psicología positiva y el coaching, como ya detallé en el anterior artículo Como ser feliz, han consolidado la importancia de las relaciones interpersonales como factor clave para el crecimiento y el bienestar personal. Sin olvidar que nuestra sociedad española promueve valores propios de la cultura mediterránea como la hospitalidad, el dialogo o el contacto físico que potencian aun más esta necesidad de contacto social.
En general, la soledad tiende a verse como algo desafortunado y accidental. Se sospecha de aquel que está solo, si no tiene motivos de peso que lo justifiquen, que algo “raro” le pasa. Esta actitud de rechazo no solo procede del entorno, sino que la propia persona siente que si esta sola es porque no es suficientemente valiosa e importante para nadie.
Los motivos para estar solo tenían que ver con cambios vitales como la muerte de un familiar o más recientemente el divorcio o separación de la pareja. Pero la sociedad sigue su curso y factores como el aumento de la esperanza de vida, la inmigración o el auge de las redes sociales han transformado la tipología de los hogares y la forma de relacionarnos.
Cada vez hay más personas que viven solas, de todas las edades y por motivos diversos. Personas mayores que sobreviven a la muerte de su pareja y amigos, personas de mediana edad que se separan o divorcian de su pareja y retoman su vida social, jóvenes que prefieren la relaciones virtuales a través de redes sociales o juegos online, personas inmigrantes que empiezan su vida en un nuevo país, personas desempleadas que se distancian de sus amigos y del ocio por falta de dinero, personas enfermas o con alguna discapacidad que no pueden salir solas, etc. Incluso hay personas que eligen vivir solas por voluntad propia y defienden los beneficios que tiene.
La forma de vivir la soledad varía de unas personas a otras y esto será lo que determine cómo nos afecte. Por tanto, la soledad no es ni positiva ni negativa, sino que depende de cómo la vivimos cada uno y a esta cuestión le dedicaremos un segundo artículo.
May 02, 2018 /
Susana Gómez /
Soledad